En el mundo profesional, los accesorios no son meros complementos decorativos. Son una extensión silenciosa del mensaje que…
Durante años, la asesoría de imagen ha sido percibida como un lujo reservado a celebridades o altos ejecutivos. Pero los tiempos han cambiado. Hoy, gracias a la digitalización y a herramientas tecnológicas como la inteligencia artificial, este servicio se ha democratizado y profesionalizado, convirtiéndose en un aliado estratégico para cualquier mujer que quiera impulsar su carrera, cambiar de rumbo o simplemente sentirse más segura con su imagen.
Los meses de calor pueden convertirse en un auténtico reto para quienes trabajan en oficinas con códigos de vestimenta muy estrictos. La temperatura sube, pero las exigencias de imagen siguen siendo las mismas. No se trata solo de elegir ropa fresca, sino de mantener una imagen cuidada, coherente y alineada con nuestro entorno laboral.
Nadie se levanta por la mañana esperando que el botón de su blusa favorita salga disparado justo antes de una presentación importante, que el dobladillo del pantalón se deshaga al subir las escaleras de la oficina, o que el café del lunes termine estampado en la única chaqueta que hace juego con el resto del look. Sin embargo, estas situaciones ocurren, y más a menudo de lo que se cree.
La escena es común, aunque pocas veces se analiza en profundidad: entras en una sala de reuniones, saludas a tus interlocutores, y en cuestión de segundos ya han formado una opinión sobre ti. No has tenido tiempo de explicar tu currículum, ni de compartir tus ideas. Aún no has hablado… pero ya has comunicado.
Durante décadas, la vestimenta en el entorno laboral ha sido una manifestación visual del poder, la autoridad y la pertenencia a una cultura corporativa específica. El “uniforme” de la oficina —trajes oscuros, camisas blancas, zapatos cerrados— ha simbolizado seriedad y compromiso en sectores tradicionales como el financiero, jurídico o industrial. Sin embargo, en los últimos veinte años, el auge de las empresas tecnológicas ha sacudido los cimientos de ese código tácito, transformando radicalmente las normas sobre qué significa «vestir apropiadamente» en el trabajo.