La imagen es, sin duda, un activo importante en el mundo actual. Pero existe una confusión en cuanto a su significado o alcance. Resultar interesante o atractivo a las personas de nuestro entorno no solo depende de nuestro físico. Trabajar desde una perspectiva holística nos permitirá construir la presencia, con la que no solo se nace.
Uno de los temas más recurrentes cuando hablamos de imagen es el eterno debate sobre si ésta importa y hasta qué punto la imagen es determinante para el éxito. En un mundo dominado por las redes sociales, nuestra imagen es un valor a tener en cuenta. Pero el término ‘imagen’ lo solemos reducir a la apariencia física cuando, realmente, es mucho más.
Y no es, ni mucho menos, un tema menor. Varios estudios afirman que, durante un proceso de selección, es necesario desproveer los CVs de imágenes o rasgos personales que puedan conllevar sesgos y discriminación. Volvemos a reducir la imagen solo a la apariencia física.
El culto imagen crece cada vez más. Existe un interés creciente por el mundo del deporte, la alimentación sana y el bienestar. Los tratamientos estéticos están a la orden del día y existen cada vez más trastornos que desalinean la apariencia real y la que ofrecemos a través de redes sociales, tras pasar por filtros y avatares. ¿Realmente la apariencia física puede definirnos en sociedad?
La socióloga Catherine Hakim hace un análisis del impacto de los capitales con los que cuenta una persona y añade uno nuevo que, en su momento, fue revolucionario, el que denomina capital erótico. Una persona cuenta con un poder adquisitivo que le permite realizar determinadas actividades (capital económico). Además, puede contar con una red de relaciones que le permiten acceder a determinadas oportunidades (capital social). Esta misma persona cuenta con un conocimiento y experiencia que conforma lo que llamaríamos su capital humano. Por último, el capital erótico o sexual es aquel estrictamente relacionado con su carisma.
La imagen es parte de algo mucho más extenso: la presencia o carisma. Se trata de una combinación de apariencia física, de habilidades comunicativas y comportamiento en sociedad. Todo ello es lo que hace que una persona resulte atractiva para su entorno.
Lo ideal, cuando hablamos de presencia ejecutiva es que se trabaje en estas tres dimensiones. De nada sirve una persona con un físico agraciado para los estándares actuales si su capacidad para comunicar es escasa y no cuenta con las maneras necesarias para ser considerada una persona ‘educada’. De la misma forma, una persona cuya imagen no entre dentro de los cánones de belleza, puede resultar atractiva gracias a su verborrea, empatía o capacidad de conectar con los otros.
Cuando hablamos de presencia ejecutiva, podemos incluir presencia por ejemplo política. Pero en los últimos años cobra cada vez más importancia la presencia digital, un reflejo de lo que somos en el mundo analógico y que, en teoría, debe ser similar. Es por ello que, en asesoría de imagen (entendiendo ‘imagen’ como un todo), hablamos del ABCD: Appearance. Behaviour, Communication and Digital Presence.
Trabajar desde una perspectiva más holística, nos permitirá sacar el máximo rendimiento a ese carisma, que no es necesariamente un don, y que puede resultar igual de rentable que el resto de los capitales.
*Fotografía realizada a través de Inteligencia Artificial Generativa.