
Durante décadas, la vestimenta en el entorno laboral ha sido una manifestación visual del poder, la autoridad y la pertenencia a una cultura corporativa específica. El “uniforme” de la oficina (trajes oscuros, camisas blancas, zapatos cerrados) ha simbolizado seriedad y compromiso en sectores tradicionales como el financiero, jurídico o industrial. Sin embargo, en los últimos veinte años, el auge de las empresas tecnológicas ha sacudido los cimientos de ese código tácito, transformando radicalmente las normas sobre qué significa «vestir apropiadamente» en el trabajo.
Las empresas tecnológicas, desde startups hasta gigantes como Google o Meta, han promovido una cultura empresarial basada en la flexibilidad, la horizontalidad y la innovación constante. Ese espíritu no solo se refleja en la organización del trabajo o en la gestión del talento, sino también en la manera de vestir. En estos entornos, el dress code ha pasado de ser una norma rígida a convertirse en una herramienta de expresión personal. Pantalones vaqueros, camisetas con mensajes, zapatillas deportivas o incluso gorras han sido, en muchos casos, sustitutos legítimos del traje y la corbata.
Este cambio no es casual ni superficial. La informalidad en el vestir comunica mensajes claros: accesibilidad, dinamismo, creatividad, ruptura con lo establecido. En una empresa tecnológica, vestirse de forma informal no implica falta de profesionalidad, sino alineación con una cultura de innovación donde el foco está en las ideas y no en la apariencia. Pero este código relajado no significa desinterés por la imagen: muchos profesionales tech cuidan minuciosamente su estilo personal, aunque lo hagan desde la óptica del confort, la autenticidad o el minimalismo funcional.
Por el contrario, las empresas tradicionales, si bien han flexibilizado en cierta medida sus códigos de vestimenta, siguen valorando una estética más pulida y sobria. El traje, la camisa bien planchada o los tacones bajos no han desaparecido, aunque ahora conviven con versiones más actualizadas y cómodas, especialmente tras la pandemia y la normalización del teletrabajo. En estos entornos, la imagen continúa siendo un signo de estatus y profesionalismo, y su cuidado es clave en procesos como ascensos, promociones o negociaciones externas.
Esta coexistencia de culturas plantea un reto para muchas mujeres profesionales que transitan entre ambos mundos. ¿Cómo vestirse si trabajo en una consultora que colabora con empresas tech? ¿Qué imagen debo proyectar si asisto a una entrevista en una startup después de años en una multinacional? La respuesta está en comprender que la vestimenta es parte de la comunicación no verbal, y que debe adaptarse al contexto sin perder autenticidad ni coherencia con nuestros objetivos profesionales.
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El equilibrio está en identificar el “lenguaje visual” de cada entorno y modularlo sin caer en disfraces. En sectores tradicionales, un look actualizado —como un traje en tonos neutros, combinado con accesorios modernos o un peinado relajado— puede transmitir tanto autoridad como cercanía. En el ámbito tecnológico, una imagen cuidada, aunque informal, puede reforzar la percepción de competencia y liderazgo. En ambos casos, la clave está en proyectar consistencia: que la ropa no contradiga el mensaje que queremos dar, sino que lo refuerce.
Lo interesante de este cambio de paradigma es que abre nuevas posibilidades para personalizar el estilo profesional sin abandonar la estrategia. La evolución del dress code refleja también una evolución del liderazgo: menos rígido, más humano, más diverso. Pero incluso en este contexto más libre, la imagen sigue siendo un recurso estratégico que puede abrir o cerrar puertas, generar confianza o distanciamiento, y posicionarnos —de forma inmediata— como referentes o como figuras secundarias.
En Personalitia, creemos que adaptarse al contexto sin perder identidad es un arte, y también una habilidad que se puede aprender. Nuestro enfoque une lo mejor de ambos mundos: la estructura y claridad de los entornos tradicionales con la autenticidad y flexibilidad que promueve la cultura tecnológica. Por eso, diseñamos asesorías personalizadas que ayudan a cada mujer a encontrar su imagen ideal, alineada con su entorno y con sus metas profesionales.
Porque la forma en la que nos vestimos no solo refleja quiénes somos, sino también hacia dónde queremos llegar.